Paula regresó lo más pronto que pudo del Shopping. Lo
menos que quería ahora era alterar a Facundo, de nuevo.
Abrió la puerta tratando de hacer el menor ruido posible,
volteó a los lados. Nada.
Decidió ir silenciosamente a su habitación. Pero la voz de
su marido la tomó por sorpresa.
-Veo que llegaste temprano.
Paula nada más asintió.
-¿Ves? Si las cosas las seguis haciendo así, no va a haber
problemas entre nosotros. Espero que no te hayas visto con Pedro –dijo gruñendo
-No, no…estaba nada más con Zaira, ya sabes como regresó
de viaje, tenía días de no verla.
-Está bien, no te preocupes. ¿A qué horas va a estar la
cena?
Paula parpadeó. ¿Estaba hablando enserio? Era demasiado
tarde como para comenzar a cocinar algo.
-Pero…ya es tarde. Además los sábados normalmente pedimos
algo de comer.
-Pero cambie de opinión. Quiero que cocines algo, ahora.
Paula vio como la mandíbula de su esposo se tensaba, las
manos que antes estaban en una posición relajada ahora se encontraban en forma
de puño y Paula tuvo miedo. Si seguía contradiciéndolo, no sabía que podría
pasar.
-Voy a hacer lo que pueda.
-Eso me gusta más.
Dicho eso, Facundo se dio la vuelta, tomó el control de la
televisión y se sentó en el sofá.
Paula ya no reconocía a su marido. ¿Qué le había pasado?
¿Por qué de pronto había cambiado tanto? Por el momento decidió no pensar más
en el asunto, si se tardaba de más habría problemas.
Con el poco tiempo con el que contaba, decidió hacer una
sopa de espárragos, sabía que era de las preferidas de Facundo. Al poco tiempo
la cena estaba lista y llamó a su esposo a comer.
Él dejó la televisión, se acercó a la mesa y tomó su
lugar.
-Aprendes rápido mi vida.
Paula se limitó a dirigirle una mirada.
Paula estaba más confundida que nunca. No acababa de
entender que era lo que estaba pasando. Su marido actuaba como si nada hubiera
pasado, comenzó a hablarle de cosas que pasaban en la oficina, el tiempo,
noticias importantes de los noticieros, en fin, de lo que solían hablar
normalmente.
Ella trataba de escuchar atentamente y cuando era
necesario asentía con la cabeza o nada más respondía con un "ajá".
Pero por parte de ella su conversación era una monosílaba.
Jamás podría volver a hablarle a su marido igual, tenía
miedo que si ella decía algo que no le gustara, o si su opinión era diferente a
la de él se enojara. No quería más golpes, no quería más gritos, no quería más
desprecios.
Al terminar de cenar, Paula recogió la mesa y lavó los
platos sin la ayuda de su marido. ¿Qué esperaba? ¿Que Facundo se pusiera a
secar platos y a guardarlos en su lugar con una sonrisa? Eso jamás lo vería.
Para él la cocina era el lugar de la mujer. Los hombres no
tenían nada que ver en ese aspecto, así que simplemente se hacía el
desentendido. De pronto, recordó como a Pedro ese tipo de tareas no le
fastidiaban, es más, a él le gustaba ayudar en la cocina y de hecho lo hacía
muy bien. El tema de limpieza era otro problema, a ella le tocaba hacerlo todo
siempre, su marido jamás la había ayudado.
Paula comenzó analizar la conducta de su marido desde que
fueron novios, y se daba cuenta que ella había pasado por alto todas esas
cosas, pero antes no estaban tan marcadas esas actitudes y ella pensó que con
el tiempo cambiarían. Ahora se daba cuenta lo equivocada que estaba. El deseo
de llorar comenzó a surgir en ella, comenzaba a arrepentirse de su matrimonio
con Facundo.
Un grito se escuchó escaleras arriba.
-¡Paula, esta noche ya podes regresar a la habitación! Yo
estoy cansado así que no te voy a esperar.
Al parecer esto era uno de los nuevos cambios, ahora para
dormir en su habitacion necesitaba el permiso de su marido. Pero ella lo haría
cambiar, estaba segura de que él la quería y ella lo amaba. Tenía que intentar
cambiar las cosas, su matrimonio no podía fracasar. No cuando aun había amor de
por medio.
Sentada en la cocina, viendo a la nada, toda clase de
pensamientos surgían en su cabeza. Trataba de buscarle una solución a los
arranques de ira de su marido, no sería fácil, pero lo lograría.
Y como todas las noches, desde hace un mes, recordó la
primer golpiza. Comenzó a llorar tratando de hacer el menor ruido posible. ¿Qué
demonios estaba pensando? Ella debería irse en ese mismo instante, no debía
permitir que la lastimara más. Pero simplemente no podía.
No podía irse así como así, tal vez su marido tuviera un
problema y era su deber ayudarlo. Pero una parte de ella no estaba convencida
de que eso fuera cierto.
De pronto, sintió como algo dentro de sus bolsillos
comenzaba a vibrar, segundos después reaccionó. Era su celular.
Al ver el número en la pantalla, su corazón comenzó a
palpitar rápidamente y una sensación de protección creció en ella.
Era Pedro.
Desde el día en que se habían conocido, el jamás la había
dejado sola. Era uno de aquellos amigos incondicionales que estaban en las
buenas y en las malas, siempre notaba cuando ella estaba triste, deprimida o
cuando sentía la falta de algo y él se encargaba perfectamente de la situación.
Ambos se conocían como la palma de su mano, no había
ningún secreto entre ellos, hasta ahora. Pero al parecer el radar de Pedro
nunca fallaba, en ese momento ella se sentía sola, débil, confundida y ver su
nombre y número de teléfono en la pantalla del celular fue un alivio.
Contestó inmediatamente.
-Hola, -dijo lo más normal que pudo
-¡Pochi! ¿Qué tal estás?
-Bien y ¿vos?
-No me mientas, ¿Qué tenes?
-No es nada importante Pedro, no te preocupes.
-¿Cómo que no me preocupe? Sos mi mejor amiga y te pasa
algo. ¿Sabes que podes confiar en mi cierto?
-Claro que lo sé y no sabes cuánto te lo agradezco – ya
con un nudo en la garganta
-¿Estabas llorando? –dijo preocupado
Paula no pudo más y rompió a llorar.
- No me asustes ¿Qué te pasa?-dijo Pedro
-No es nada –dijo sollozando Paula
-Paula ¿Cómo te atreves a decir eso? ¡Estás llorando! Eso
no me parece “nada” a mí. ¿Queres que vaya a tu casa?
-¡No! –gritó fuertemente
Al segundo de haber lanzado esa negativa, se defendió
rápidamente.
-Ya es tarde y Facundo ya está dormido, además es
demasiado peligroso que andes afuera a estas horas.
-Sabes que eso no me importa, si me necesitas yo voy.
-Te prometo que no es nada grave, llamaste en el momento
perfecto.
-Mmmmm es curioso, sentía que debía llamarte.
-Siempre lo haces en el momento correcto, gracias por
estar conmigo Pepe, te quiero mucho.
-Yo también te quiero mucho Pochi.
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