A la mañana siguiente, Paula se
encontraba sentada en el piso del baño con un espejo en la mano. No podía creer
lo que había pasado.
Facundo le había pegado, no solo una,
sino varias veces.
Lentamente subió su mano derecha
hacía su rostro, tenía el labio partido y la hinchazón de sus ojos era
evidente. Después de los golpes que su marido le había dado, no había podido
parar de llorar, y él la había amenazado que si seguía llorando tomaría cartas
en el asunto.
Así que trató de calmarse y corrió a
encerrarse al baño. No quería más golpes, por más que había tratado de
defenderse, él era mucho más fuerte. No la volvió a molestar en toda la noche,
pero tenía miedo de salir de allí.
De pronto escuchó como tocaban la
puerta del baño.
-Paula, amor… por favor abrime la
puerta.
Paula se aferró a si misma. No
abriría la puerta.
-Mi cielo, perdoname, no se que me
pasó…estoy muy arrepentido, por favor abrime.
La duda entró en su cabeza.
-Por favor...Paula. Por favor.
Se levantó del piso quejándose del
dolor, se acercó despacio hacia la puerta y la abrió un poco.
-¡Oh Paula, mi vida! –dijo mientras
la abrazaba
El primer impulso de ella fue alejarse,
pero él la tomó con fuerza.
-No, no huyas. Ya no te voy a pegar,
nunca debí hacerlo.
`Paula soltó en llanto, sin decir una
palabra.
-Shhh, ya… ya. ¿Me prometes que no
vas a volver a llegar tarde?
El tono que utilizó en su voz no le
gustó nada, decidió que no podía dejar que se enojara de nuevo.
Asintió con la cabeza.
-¿Vez? Así ya no tendremos problemas.
Ahora me tengo que ir, no puedo llegar tarde al trabajo.
Facundo la besó rápidamente en los
labios, Paula inmediatamente sintió dolor.
-Nos vemos en la noche. Ya sabes que
tenes que hacer.
Cerró la puerta del cuarto.
Paula cayó en un mar de lágrimas al
piso. ¿Qué era esto? ¿Por qué le hablaba así? ¿Por qué le había pegado? ¿Qué
estaba pasando?
No entendía nada. Ella no había hecho
nada, más sin embargo se sentía culpable.
Talvez, talvez si ella hubiese
llegado a casa a la hora de siempre nada de esto habría pasado. Él la había
llamado para avisarle, pero tenía trabajo que terminar, ni siquiera había
sentido el tiempo.
Cuando ya estuvo un poco más calmada,
se levantó y de nuevo se dirigió al baño. Tomó una ducha y los recuerdos de la
noche pasada regresaban a ella cada vez que pasaba la esponja por su cuerpo,
tenía varios moretones. Salió de la ducha y se vistió con cuidado. Por lo menos
los golpes no estaban en ningún lugar visible.
A la hora de maquillarse, pudo
esconder perfectamente las ojeras con corrector, pero el labio le costó un poco
más. Al final había quedado casi invisible.
El teléfono de la casa sonó. Paula
contestó inmediatamente.
-¿Buenos días?
-¡Paula! ¡Gracias a Dios estas bien!
Paula se paralizó de pronto. ¿Por qué
le preguntaba eso Florencia?
-¿Por qué me decis eso Flor?
-Como no llegaste a la oficina todavia
y nunca llegas tarde, pensé que algo te había pasado.
Paula respiró.
-Estoy perfectamente, lo que pasa es
que mi despertador no sonó, pero ya voy en camino.
-No tengas prisa, de todas formas no
hay mucho trabajo.
-En cuestión de minutos llego,
gracias por preocuparte.
-Sabes que sos más que mi socia, te
espero para tomar café.
Paula rió.
-Esta bien, nos vemos Flor.
Paula colgó el teléfono. Antes de
salir, decidió revisarse una ultima vez en el espejo y no pudo evitar quedarse
viendo aterrorizada a sí misma. ¿Volvería Facundo a pegarle? ¿Qué haría ahora?
¿Debería contarle a alguien? No. Nadie sabría de esto.
Despejó su mente y salió en dirección
a la oficina.
-¡Hola Flor!
-¡Bien! Es hora del café. –dijo
entusiasmada Florencia
Paula rió.
-Espero que hayas traído media lunas,
me muero del hambre.
No había comido nada desde ayer en la
tarde.
-¿Con quien crees que estás hablando?
¡Por supuesto que traje! –dijo sonriendo Flor.
-¡Perfecto!
Paula se relajó al estar conversando
con Maite, pero las horas de desvelo estaban surtiendo efecto en ella, no
aguantaría de pie mucho tiempo y dado que no había mucho trabajo decidió
recostarse un rato en el sillón de su oficina.
-¡Hola Flor!
-¡Hola Pepe! ¡Que raro verte por aca!
–dijo burlonamente
-¿Si verdad? Yo se que ya me
extrañabas –dijo guiñándole un ojo
Florencia rió con gusto.
-Sabes que sí, me tenes abandonada.
Ahora fue Pedro quien rió.
-Trabajaré en eso, lo prometo.
-Eso espero.
-¿Está Paula?
-Sí, está en su oficina, pasa.
-Gracias –dijo mientras le dedicaba
una sonrisa.
Florencia fingió desmayarse y ambos
soltaron una carcajada. Pedro tocó la puerta de la oficina de Paula y al no
obtener respuesta decidió abrirla.
-¿Pau? ¿Estás ocupada?
Silencio.
Pedro frunció el seño. Cuando de
repente notó un bulto en el sofá de la oficina, ese pelo castaño no podía ser
de nadie más. Se acerco lentamente solo para comprobar que, estaba dormida.
Sonrió. El verla así dormida le
recordó a los días de facultad que parecía que no tuvieran casa, siempre ella
con sus amigas y él con sus amigos vivían en los departamentos de los demás
durmiendo en cualquier esquina.
Comenzó a acariciarle el cabello
lentamente, cuando notó algo extraño. Paula tenía un buen golpe en el labio,
que obviamente había tratado de disimularlo con maquillaje; probablemente de
lejos jamás lo hubiera notado, pero estando así de cerca, sí. Y no le gustó
nada. ¿Cómo se habría golpeado?
Esperaría a que despertara para preguntarle, no
pensaba quedarse con la duda.
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