Paula regresó temblando a la
cocina. ¿Qué haría Facundo? ¿Si huía?
No. Si se iba de la casa Pedro
pagaría las consecuencias, y él no era culpable de nada. No se podía ir.
Tenía que aguantar.
Escuchó los pasos lentos de su
marido acercarse a la cocina, ella sentía cada vez más miedo.
Estuvo a punto de desplomarse en
el piso al ver la severa expresión de su esposo al entrar a la cocina.
-Así que el maldito ese te hace
visitas de cortesía a tu oficina ¿Cuándo pensabas decírmelo?
-Yo…solo fue un día.
-¡Sos una zorra! ¡No sé cómo no
se me pudo ocurrir antes que el lugar de encuentro entre vos y el escritorcito
ese era tu oficina! Pensé que porque Florencia trabajara ahí no sería posible.
Pero ya vi que sos peor de lo que pensaba….
-No Facundo, te juro…que solo
hablamos, él estaba preocupado por mi.
-¿Esperas que te crea ese cuento?
-Facundo por favor….-comenzó a
llorar
-No Paula… esto no se va a quedar
así, tenes que pagar por lo que hiciste.
Paula comenzó a caminar hacia la
puerta de salida.
-No puedo creer que quieras tanto
a ese hombre… pero te vas a olvidar de él. De eso me encargo yo.
Diciendo eso Facundo se lanzó
hacia Paula, ella corrió hacia la puerta, logró abrirla y salió corriendo al
jardín; sus zapatos no eran aptos para correr así que en cuestión de segundos Facundo
la atrapó.
Ella comenzó a gritar, pero
sintió la mano de su marido opacando sus gritos y con fuerza, la metio de nuevo
a la casa. Al entrar a la cocina la tiró al piso.
-¡Que te pasa imbécil! ¡Qué
estabas tratando de hacer!
-Facundo….
-¡Sos una idiota! ¿Queres que le
pase algo a Pedro? Lo que acabas de hacer merece un pequeño sustito.
-¡No! Por favor no le hagas nada,
te prometo que ya no lo vuelvo a hacer.
Facundo recorrió su mirada por
toda la habitación, se detuvo al ver la caja que contenía las paletas de
madera.
-Enseguida nos vamos a asegurar
de eso.
Paula no se pudo mover, las
piernas simplemente ya no las sentía, sus nervios no reaccionaban, estaba
perdida.
Facundo regresó y la levantó del
cabello, la llevó hasta la sala donde comenzó a golpearla y está vez no solo
eran sus puños. Estaba utilizando una de las paletas.
Ella gritó, ella lloró, ella
trató de huir.
No pudo.
El dolor de los golpes era
desgarrador, ya no podía soportar más.
Sintió como su visión se volvía
negra.
***
Paula despertó poco a poco,
comenzó a divisar todo a su alrededor y no comprendía aún donde se encontraba.
Los recuerdos se hicieron presentes y rápidamente reconoció que se encontraba en
la sala.
Quiso levantarse, sintió dolor en
cada músculo de su cuerpo. Logró sentarse en la alfombra y se sintió mareada.
Por el reloj de la pared de la
sala pudo ver que eran las nueve de la mañana, él ya se había ido. Pudo
respirar. Por el momento se encontraba a salvo.
Se levantó, llegó hasta su
habitación se quitó la ropa y pudo ver los daños. Se echó a llorar, las
golpizas de su marido eran cada vez peores. No sabía cuánto más su cuerpo
podría aguantar.
Se bañó tratando de no presionar
mucho con la esponja, al salir se vistió de nuevo con una blusa de cuello alto.
Tenía moretones por todo el cuerpo. Bajó a la cocina y tomó dos pastillas para
el dolor, luego salió hacia la oficina.
-Buenos días Paula.
-Hola Flor..
-Paula ¿Te sentis bien? estás muy
pálida.
-Sí, no te preocupes, debe ser el
resfriado que te dije que tal vez contraía.
-¿No queres mejor que te lleve al
médico?
-No, no. En un par de días se me
pasa –sonrió
Sin decir más se adentró a su
oficina. Florencia no estaba convencida así que la siguió hasta allá, justo en
ese momento Paula se encontraba colocando una caja en el estante superior del
mueble de madera, al levantar los brazos Paula emitió un pequeño gemido de
dolor y la blusa se le subió un poco; Florencia pudo ver un gran golpe en su
cuerpo y se asustó.
-¿¡Paula que te pasó!? –dijo
preocupada
Se acercó hasta ella con
intenciones de subirle la blusa. Paula de manera brusca no dejó que Florencia
se acercara a ella y se bajó la blusa.
-No es nada –espetó molesta
-¿Cómo que no es nada? ¡Ese golpe
está muy marcado! ¿Cómo te lo hiciste?
-Ayer me caí en la casa. Por eso
lo ves así, ya sabes que mi color de piel es muy pálido y los golpes se ven
peor de lo que en realidad son.
-¿Estás segura?
-Sí, sí. Ya estoy tomando algo y
me puse una pomada, no te preocupes –sonrió débilmente
-Bueno está bien, pero prometeme
que vas a tener más cuidado. Esos golpes pueden ser peligrosos.
-Sí
-¿No queres irte a descansar? Te
debe de doler mucho.
-Flor, te prometo que no es tan
grave. Además tengo trabajo acumulado.
-Está bien, está bien ya no
insisto más, pero si en algún momento te sentis mal, te vas a tu casa. ¿Si?
-De acuerdo.
-Voy por café y sándwiches para
desayunar ¿te parece?
-Me quedo con el café, creo que
las pastillas que tomé quitan el apetito, no tengo mucha hambre.
-Enseguida regreso.
Florencia salió de la oficina.
Paula estuvo a punto de echarse a
llorar, pero se tuvo que aguantar las ganas. Si para cuando Florencia
regresara, que no sería en mucho tiempo, la encontraba con los ojos hinchados,
no le creería la historia de la caída.
Esto se le estaba yendo de las
manos. Ya no sabía qué hacer.
Necesitaba tanto desahogarse con
alguien, pero no podía, debía de mantener todo lo que le estaba pasando en
secreto.
Esperaba que con el tiempo las
cosas se fueran calmando, debía de mantenerse alejada de todos, así nadie
sospecharía nada.
***
Por un mes las cosas fueron
así con Facundo, no habían empeorado, pero no estaban bien. Se sentía sola, más
sola que nunca.
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