-¡Chismoso! –gritó Zaira
-¡Gritona! –gritó alegre Pedro
-Mi voz es así ¿Qué queres que haga?
Pedro rió.
-No te enojes, porque es cierto. Además vos me llamas
chismoso y el nombre correcto es periodista, comentarista o algo así, no
chismoso. Es un trabajo serio.
-Ojala yo pudiera tener un trabajo como el tuyo, escribir,
ser famoso y ganar dinero.
Pedro la miro mal.
-No te enojes porque es cierto. –dijo Zaira en un tono
divertido
Ambos soltaron una carcajada. Siempre era igual cuando
estaban juntos.
-Veni acá gritona.
Pedro, quien se encontraba del otro lado de su escritorio,
se puso de pie y la abrazó.
-Ya extrañaba a mis amigos.
-¿Amigos? Si solo estoy yo.
-No seas bobo, me refería a vos y a Paula.
-¿La viste hoy?
-Sí, fuimos al shopping hace unas horas.
-Me alegro, a Paula le falta relajarse.
-¿Por qué lo decis?
-Bueno, estos últimos días ha estado un poco extraña, no
se si sea solo conmigo o ya son imaginaciones mías.
-¿Extraña? ¿Cómo?
-Sí, no sé. Estuvo algo distante conmigo, como si me
estuviera evitando. Pero ayer decidí hacerle una visita sorpresa a su casa, y
estaba normal.
-Mmmmm… La verdad, no creo que sean inventos tuyos, yo
también la note algo extraña.
-¿De verdad? –preguntó preocupado
-Sí, estaba como nerviosa. A cada rato miraba su reloj
como si estuviera apurada para irse.
-¿Qué crees que pueda ser?
-No lo sé.
-¿Estará enferma?
-¡Callate! ¿Qué decis?
-¿Qué? Puede ser, y tal vez no nos quiera decir para que
no nos preocupemos.
-Sabes, ahora que lo pienso yo la vi muy pálida, y apenas
tocó su comida a la hora del almuerzo.
-Ves, eso no es normal.
-Tenes razón. Esta muchachita me va a escuchar.
-Zaira…
-No
-Zai no hagas nada.
-¿Por qué no? –preguntó confusa
-Por algo no nos conto nada, ¿qué te parece mejor si, en
vez de llenarla de preguntas tratamos de averiguarlo de otra manera?
-¿Cómo cuál?
-No sé, haciendo comentarios indirectamente, o hablar con Florencia,
cosas así.
-Está bien, está bien. Lo vamos a hacer a tu manera. Pero
si pronto no sabemos qué es lo que tiene la llenamos de preguntas y directas.
Pedro sonrió, Zai nunca cambiaría.
-Trato hecho.
-Bien, ahora sellemos el trato.
-¿De qué estás hablando? –dijo frunciendo el seño
Zaira sonrió maliciosamente.
-¿Me vas a decir que no te acordas?
Pedro la vio con desconfianza.
-No estarás pensando….
-¡Yo sabía que te acordabas! Esa clase de cosas jamás se olvidan.
-Zaira, éramos chicos cuando hacíamos eso.
-Lo seguimos siendo señor chismoso –dijo divertida
-¿No te conformas con un estrechamiento de manos?
-No
-¿Un beso en la mejilla?
-No
-¿En la boca?
-Ewww…¡no! ¿Qué te pasa?
-Me estas insultando ¿sabes?
-¡Es que solo a vos se te ocurre decir semejante cosa!
-No tengo ninguna enfermedad, no te preocupes.
-No es por eso tarado, ¿Cómo te voy a besar?
-¿Tan feo te parezco o qué?
-No pensé que eras tan sensible con estas cosas. Pero no,
no es nada de eso, es más, te considero bastante atractivo.
Pedro sonrió orgulloso.
-Ahora ya te subí el ego. Pero sos mi amigo, jamás te volvería
a ver igual si nos llegaramos a besar.
Pedro se quedó pensativo unos momentos.
-Sí, te doy la razón esta vez.
-Bueno, entonces no queda otra más que….
Zaira extendió su mano ante Pedro, y él la vio raro. No
podía creer que Zai quisiera hacer eso. Estaba bien cuando eran unos nenes,
cuando comer barro era algo normal; pero ahora, llenarse la mano de baba y que
no fueran las suyas no le parecía nada atractivo.
-¿Estás segura?
-¡Claro que sí! Prometimos que este siempre iba ser
nuestro sello.
Pedro puso los ojos
en blanco. Zaira era una nena. Pero así la quería, así de loca era su amiga.
No muy convencido todavía de lo que estaban a punto de
hacer, acercó su boca a la mano de su amiga y escupió en su mano, pensando que
a Zaira ya no le parecería tan buena la idea, se preparó para los gritos.
Para su sorpresa, la sonrisa de su amiga se ensanchó más y
le pidió su mano. Él se la dio con cautela y al parecer su amiga estaba tan
emocionada que había escupido de más. La vio con cara de pocos amigos.
-¡Perfecto! Ahora juntemos las manos….
Estrecharon las manos, y él quería correr al baño. Desde
hace varios años ya no era un fanático de sentir las babas de sus amigos en las
manos, pero al parecer a Zaira le encantaba porque seguía sonriendo.
-Ahora sí, trato hecho. Ya te podes ir a lavar las manos.
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