Semanas después las cosas no
podrían ir mejor.
¡Estaban a punto de cumplir once
meses de novios! ¡Once meses!
Al principio todo se dio con
cautela, era de cierta manera cómico la forma en que se acercaban el uno al
otro puesto que pasar del plano de amigos a novios había sido algo muy
diferente.
Poco a poco esa barrera
imaginaria la fueron traspasando, se acoplaron muy bien y cualquier distancia
impuesta por la amistad había desaparecido, para Florencia y Zaira los dos eran
la pareja perfecta.
Aun vivían todos juntos en la
misma casa, por supuesto cada quien dormía en cuartos separados, era
simplemente para respetar el espacio de cada quien, las cosas se las estaban
tomando con calma.
Su primera vez juntos había sido
toda una odisea, ambos estuvieron tan nerviosos y ansiosos que cayeron de la
cama más de tres veces. Jamás olvidarían su primera vez juntos, pero una vez
pasada la pena del primer encuentro se habían acoplado perfectamente a su nueva
intimidad.
Habían noches las cuales
compartían en la habitación de cada quien, era como si su habitación
representara un departamento, en el cual una noche estaban juntos, a la otra
cada quien en su cama y así se turnaban.
Su relación crecía cada vez más.
-Hola hermosa –dijo Pedro
mientras la besaba suavemente.
-¿Cómo te fue?
- Más o menos.
-¿Y eso?
-Tuve una visita del diputado.
A Paula se le erizó la piel.
Zaira entró en la habitación.
-¡Hola tortolitos!
Pedro rió.
-¿Qué hacen? –preguntó la morocha.
-Nada, acabo de llegar. Le estaba
comentado a Pau que tuve una visita poco agradable del diputado.
-¿Del diputado? ¿Personalmente?
Pedro asintió mientras tomaba una manzana.
-Sí, me llegó a advertir que me retractara del artículo que publiqué
sobre él, se dio cuenta que le afectó en las elecciones previas.
-No me gusta nada eso Pepe… -dijo Paula
-No hay nada de qué preocuparse, perro que ladra no muerde.
-Esta vez estoy de acuerdo con Paula, no fue un simple artículo el que
sacaste de él.
-Ya lo sé, pero no creo que el diputado se arriesgue a tocarme
siquiera, sería como afirmar con su propia boca todo lo que publiqué.
-En eso tenes razón.
-Pero sigue siendo peligroso -dijo con el seño fruncido Pau.
Pedro notó la evidente molestia de Paula, esperaría a que estuvieran
solos para hablar.
-Bueno tortolitos yo los dejo, tengo que seguir buscando un departamento.
-Zai, ya te dije que no hay apuro.
-¡Claro que hay! No puedo seguir aca de arrimada haciendo mal tercio.
-No estás haciendo mal tercio de nada –dijo Paula.
-Si lo estoy haciendo, además no quiero descubrirlos algún día haciendo
sus cosas…
-¡Zaira Nara! –gritó Paula.
Al mismo tiempo que sus mejillas adquirían un fuerte color rojo. Pedro
soltó una carcajada.
Zaira rió.
-¿Ves que tengo razón? Ahora me voy. ¡Los veo más tarde!
Zaira salió de la casa.
Pedro se acercó a Paula.
-¿Estás enojada?
Paula lo vio directamente a los ojos.
-No estoy enojada, estoy preocupada.
Pedro pasó sus brazos por la cintura de ella, Paula posó sus manos en el
pecho de él.
-Amor, te prometo que no me
pasará nada.
-¿Cómo sabes eso?
-Te aseguro que el diputado no
se va a atrever a hacerme nada, además en la oficina jamás estoy solo, y después me
la paso todo el tiempo con vos –dijo sonriendo
Paula quiso sonreír pero no lo
hizo.
-Vamos Pau….
-Ya, está bien.
-Gracias por preocuparte por mí-
dijo mientras le regalaba un beso en su mejilla.
-¿Cómo no me voy a preocupar por vos,
tonto? –dijo sonriendo.
Él le devolvió la sonrisa.
-¿Qué te parece si aprovechamos
que Zaira se fue para hacer nuestras cosas?
Paula soltó una carcajada.
-¿Aprovechas cada momento eh?
–dijo levantando una ceja.
-Por supuesto.
Paula alcanzo sus labios, él la
recibió gustoso, segundos después Pedro se encargaba de introducir su lengua en
la boca de ella para profundizar el beso, saboreando cada parte de sí.
Pedro la apretó contra él, y Paula
cerró sus piernas entorno a la cintura de él. Pedro la tomo en brazos y comenzó
a caminar hacia su habitación.
-¿Sabes que me encanta como
besas?
Paula no respondió. No podía
hablar.
Pedro cerró la puerta con una de
sus piernas y rápidamente para no perder el equilibrio le puso seguro, no fuera
que Zaira regresara pronto de su búsqueda.
Siguió su camino hacia la cama,
donde recostó a Paula delicadamente, continuaron besándose con dulzura, de
pronto las manos de su novia no pudieron quedarse quietas y comenzaron a
recorrer toda su espalda, él sintió escalofríos.
La sesión de besos dulces había
terminado, Pedro se separó ligeramente de ella y viéndose directamente a los
ojos se dedicaron unas palabras.
-Te amo…
-Yo también te amo Pepe…
Seguido de eso, las palabras ya
no fueron necesarias, Pedro hizo que Paula levantara su brazos suavemente para
poder deslizar su blusa fuera de ellos, así poco a poco ambos fueron quedando
sin esos trozos de tela que interferían con el contacto de su piel.
Pedro recorrió suavemente cada
parte del cuerpo de Paula, primero con las manos y luego con besos.
Minutos después se encontraban
abrazados, piel con piel, bajo las sábanas, disfrutando una vez más de
compartir todo lo que sentían el uno por el otro.
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