Siete cincuenta y cinco.
La hora había llegado y la verdad
es que se estaba muriendo de ganas por ver a Paula.
Preparó la gerbera roja y salió
de su habitación. En cuestión de segundos se encontraba enfrente del cuarto de Paula,
tocó.
Paula brincó.
Seguramente si no vivieran en la
misma casa no habría sido tan puntual, pero debía aceptar que ya no podía
aguantar ni un segundo más.
Suspiró y con la sonrisa que no
pudo borrar desde la tarde, abrió la puerta.
Lo primero que vio al abrir fue
una gerbera extremadamente roja. Estaba encantada, no se esperaba ninguna flor
de regalo.
-Esta hermosa Pepe…
Pedro se encogió de hombros.
-Me hace acordar a vos.
Ella levantó la vista hacia él y
deposito un beso en su mejilla.
Él sonrió fascinado.
-¿Lista?
-Por supuesto.
¡Vaya que los nervios se los
estaban comiendo vivos!
Pedro le ofreció su brazo y ella
aceptó. Caminaron hacia el auto sin decir ninguna palabra, algo que era muy
raro en ellos. Pero la situación era diferente, mas no extraña.
-Se me paso decirte que estás
increíblemente hermosa Pau.
Ella sonrió.
-A mi también se me pasó decirte
que estas muy lindo y muy sexy.
¡Gracias Zaira! ¡Gracias Florencia!
resonó en la respectiva cabeza de ambos.
Conforme avanzaban hacia el
restaurante, los nervios se fueron diluyendo, una conversación animada y con
muchas risas comenzaba a dar paso entre los dos; apenas estaba comenzando la
noche y la estaban disfrutando bastante.
Al llegar a "Le Bonne"
un mozo los atendió en la entrada y los encaminó hacia la mesa que Pedro se
había encargado de reservar.
Muchas parejas se encontraban esa
noche en el restaurante, cosa que devolvió un poco de nervios a los dos.
-Nunca había venido a este
restaurante, es impresionante.
Pedro pudo respirar tranquilo,
solo faltaba que ese restaurante le recordara a alguna salida con Facundo,
jamás se lo habría perdonado.
-Estamos a mano, yo tampoco había
venido; pero escuché tan buenos comentarios que me pareció una buena idea
invitarte.
-Me encanta.
El mozo regresó y Pedro pidió una
botella de vino blanco. En cuestión de minutos se encontraba de regreso con la
botella y dos copas.
-¿Brindamos?
-Yo quiero brindar por esta
noche, porque sé que será una velada maravillosa. –dijo Paula.
Pedro estaba seguro que había
dejado de respirar por lo menos tres minutos después de esas palabras.
-En ese caso yo quiero brindar
por… nosotros.
Una chispa voló en cuanto Pedro
mencionó su brindis, pudo ver claramente como a Paula le cambió la mirada, y la
energía entre ambos se encendió.
Chocaron sus copas y bebieron un
poco del vino.
-¿Cómo vas con el artículo del diputado?
-La verdad perfecto, tengo
pruebas de todo lo que pienso escribir.
-¿No crees que te estás metiendo
en terreno peligroso? –dijo asustada por lo que Pedro tenía pensado hacer.
A Pedro le agradó que Paula se
preocupara por su seguridad, pero por otro lado ella no sabía que el terreno
peligroso para él, era justamente ella.
-Puede ser, pero sabes que yo no
me puedo quedar callado. La verdad es que no le tengo miedo al diputado, no
creo que se atreva a hacerme nada después de que salga el artículo. Sería
demasiado obvio.
Paula hizo una mueca. No le
gustaba nada ese artículo sobre el diputado, pero no arruinaría la noche
hablando de ello.
-Pau, yo quiero hablarte sobre…
bueno, del por qué te invite esta noche a cenar.
Paula tragó saliva. No pensaba
que ese momento llegara tan rápido.
-Creo o más bien espero que
tengas una idea…
-Sí la tengo. –respondió
Pedro suspiró.
-Pau…yo…te juro que no sé cómo
pasó, no fue mi intención solo...pasó.
Paula no respondió, espero a que
él continuara.
-Quiero ser claro desde el
principio porque sos una persona muy importante para mí, aunque eso lo sabes de
sobra. Pau , vossabes que te adoro, sos mi mejor amiga, estuviste en los
momentos más difíciles conmigo y en los más felices también, sos la persona en quien
más confío y por ello te quiero mucho.
Paula aguantó la respiración. ¿Se
lo diría? ¿O quedaría allí todo? ¿Y si Florencia y Zaira habían mal
interpretado todo?
-Pero… en estas últimas semanas,
la verdad es que, me di cuenta que todo ese cariño de amigos que siempre senti
por vos, se está transformando en mucho más que eso.
Paula sintió como las lágrimas
amenazaban con salir de sus ojos. Hasta la fibra más pequeña de su ser estaba
conmovida con las palabras de Pedro, no habría podido ser más especial, no
habría podido ser más tierno, no podría significar tanto si las palabras no
vinieran de él.
Lo había hecho, había sacado el
valor de no sabe donde para confesarle que ya no lo veía solo como su amiga, si
no como a una mujer a la cual podría amar el resto de su vida. Ahora venía lo
difícil, saber si ella sentía lo mismo por él.
-Quiero que nos demos la
oportunidad de estar juntos como pareja, quiero hacerte feliz, me encantaría
ser el hombre que comparta el resto de vida con vos, sé que todo esto es muy
repentino, pero no puedo controlar mi corazón y ahora que sabes lo que siento
por vos, necesito que vos seas sincera conmigo. ¿Qué es lo que sentis por mí? No
quiero que me mientas, te juro que voy a
entender, te prometo no volver a sacar el tema de nuevo, porque tampoco quiero
perder tu amistad, eso si me mataría Pau.
Paula no pudo aguantar más las
lágrimas, éstas fueron resbalando lentamente por sus mejillas, mientras Pedro
se encargaba de limpiarlas con extremada dulzura y paciencia. Se veían
directamente a los ojos, él buscando una respuesta y ella… ella simplemente
estaba perdida en esa mirada llena de sentimientos, estaba perdida en lo que Pedro
acaba de encender en ella.
Si tenía alguna duda de querer
estar con Pedro, ahora ya no había ninguna.
-Pau…
Paula tomó las manos de Pedro
entre las suyas.
-Pedro yo… Yo siento
exactamente lo mismo , creo que tardé un poco en darme cuenta pero sé que lo
que siento ahora por vos no es el mismo cariño de siempre, es más fuerte que
eso.
Ambos sonrieron.
-No te voy a negar que estoy
aterrada, aterrada de tener estos sentimientos hacia vos porque así como yo soy
tu mejor amiga, vos sos mi mejor amigo. Me acompañaste en todos los momentos de
mi vida y no sé como agradecerte el apoyo que siempre me diste, yo tampoco
quiero perderte. No lo soportaría.
Paula y Pedro fueron acercando
sus rostros muy lentamente, sus frentes quedaron pegadas una a la otra, su
respiración tampoco era normal.
-Eso quiere decir que… ¿Lo vamos
a intentar?
-Sí, eso es lo que quiere decir
-dijo Paula.
No sabían cuanto tiempo se habían
quedado así, juntos en silencio, disfrutando del momento, de la sensación de
saber que los dos estaban en el mismo lugar, que algo dentro de ellos estaba
creciendo, algo espectacular.
Poco a poco Pedro fue acortando
la poca distancia que había entre sus labios, al rozarlos Paula se estremeció
como nunca, mas no se retiró. Ansiaba sentir los labios de Pedro junto a los
suyos, deseaba dejarse llevar por lo que fuera a pasar.
Los labios de ambos se
encontraron en un beso suave, seductor, lento… exploraron cada parte de su
boca, se estaban conociendo y tomarían todo el tiempo del mundo si fuera
necesario. Sin embargo olvidaron por unos minutos que no se encontraban solos.
Al percatarse de ello, terminaron
el beso de una manera muy dulce.
Sonrieron.
-Nunca imaginé que besaras tan
bien –dijo Paula.
Pedro rió.
-Bueno, yo no sabía que se podía
sentir tanto con un solo beso.
-¿Qué desean ordenar?
El mozo había regresado a la
mesa.
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